CULTIVOS DE COBERTURA

Paraguas naturales

Una especialista del INTA en el sur santafesino detalla las ventajas de estas alternativas productivas en tiempos de cambio climático. 

Julia Capurro. AER INTA Cañada de Gómez
7 de Agosto de 2017

El cultivo de soja ocupa la mayor área sembrada de la provincia de Santa Fe, con 2,72 veces la superficie de trigo y maíz en la campaña 2015/16 (MINAGRI, 2017). En los sistemas productivos agrícolas actuales, son numerosas las problemáticas que emergen de la agricultura continua con predominancia de soja. Desde la pérdida de fertilidad de los suelos y el avance de malezas resistentes o tolerantes a los herbicidas más difundidos, hasta un problema no suficientemente valorado en su dimensión, que es la erosión hídrica de los suelos.

En áreas onduladas, los restos de los cultivos de verano son arrastrados por los escurrimientos superficiales durante el período de barbecho, y de esta forma las erosivas lluvias de primavera e inicios del verano encuentran a los suelos con escasa o nula cobertura, lo que se traduce en procesos de erosión hídrica, en general de alta intensidad. Por otra parte, la escasa adopción de prácticas de sistematización, provoca que los escurrimientos de agua de lluvia adquieran gran velocidad a lo largo de las pendientes, incluso con declives poco pronunciados, lo cual intensifica los daños que estos producen.

La intensificación de estas secuencias, lograda a través de la inclusión de cultivos invernales, aportaría sustentabilidad a los sistemas, al sumar rastrojos, consumir excesos hídricos y reciclar nutrientes que serían aprovechados por el cultivo siguiente.

Dentro de las opciones invernales, los cultivos de cobertura representan una alternativa con numerosos beneficios ambientales y económicos. Desempeñan un papel fundamental en la defensa del suelo contra la erosión, por la acción protectora que ejercen frente a la incidencia de las precipitaciones.

Incorporar cultivos de cobertura invernales en las secuencias agrícolas puede reducir significativamente las pérdidas de suelo, en los períodos de mayor erosividad de las lluvias. Un estudio conducido en Cañada de Gómez, al sur de la provincia de Santa Fe, permitió evaluar, para un ambiente de media loma y una lluvia erosiva de una hora de duración, pérdidas de hasta 1042 kilos por hectárea de sedimentos erosionados en suelos sin cobertura, que disminuyeron a 165 kilos por hectárea en el mismo ambiente, en las parcelas con cultivos de cobertura.

Los cultivos de cobertura ayudan a evitar la erosión, debido a que su masa vegetal impide el impacto directo de la gota de lluvia sobre el suelo, frenando la destrucción de los agregados y reduciendo la velocidad de escurrimiento superficial del agua. La cobertura vegetal producida queda anclada al suelo y no será arrastrada junto a los sedimentos, como sucede con los residuos trozados por la cosechadora. Debajo de la superficie, sus raíces favorecen la cohesión y aireación del suelo y luego de su descomposición dejan conductos que facilitan el ingreso del agua a capas más profundas.

Los sedimentos perdidos por erosión están enriquecidos en materia orgánica y nutrientes, respecto del suelo de origen. De esta forma, la pérdida de la capa superficial del suelo por erosión disminuye la cantidad de materia orgánica y en consecuencia reduce la capacidad de almacenar agua y la disponibilidad de nutrientes para las plantas. Por ello, la erosión es el problema más serio que los productores agrícolas enfrentan.

Los cultivos de cobertura tienen también entre sus contribuciones, el aumento de reservas de carbono de los suelos y la fijación y reciclado de nutrientes como nitrógeno, fósforo y azufre, y de esta forma contribuyen a la disponibilidad de los mismos para los cultivos de cosecha.

En ensayos conducidos en el área de influencia del INTA Cañada de Gómez, un cultivo de cobertura en base a Vicia sp. produjo en dos ambientes diferentes, 2730 y 3956 kilos por hectárea de materia seca en parte aérea. Esta materia seca contenía de 1093 a 1201 kilos por hectárea de carbono, de 90 a 96 kilos por hectárea de nitrógeno, de 5 a 5,3 kilos por hectárea de azufre y de 10 a 14 kilos por hectárea de fósforo. En los mismos sitios experimentales, una mezcla de Avena sp. y Vicia sp. produjo 4367 y 7792 kilos por hectárea de materia seca en parte aérea, que aportaron 1820 a 3261 kilos por hectárea de carbono, 71 a 89 kilos por hectárea de nitrógeno, 6 a 10 kilos por hectárea de azufre y 12 a 16 kilos por hectárea de fósforo.

La cantidad total de nutrientes aportada -que no incluye la contribución de las raíces - variará en función de la especie o mezcla de especies utilizada y el momento de la supresión de su crecimiento. Pero estos valores nos muestran la potencialidad de la práctica en la fijación y el reciclado de nutrientes a formas orgánicas que incrementan la fertilidad del suelo.

Las respuestas en rendimiento a los cultivos de cobertura son de gran magnitud. 

(Más información en revista CHACRA impresa de Julio 2017)

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