Entramos en el periodo del año en que habitualmente se reduce el ingreso de dólares, sin red de ninguna clase. Encuentra al Banco Central con reservas en rojo profundo. Las perspectivas del segundo semestre son delicadas, sobre todo después de las PASO.
En la Argentina ocurren cosas que sonarían irreales para el habitante de una nación relativamente normal. Por caso, encontrar un Estado absolutamente quebrado conviviendo con una sociedad productiva que aún no ha llegado a tal condición, y que se resiste con uñas y dientes a que ese elefante blanco aturdido por el fracaso termine arrastrándola al abismo.
Es un país donde se reiteran recetas perimidas hace mucho tiempo, probadamente inútiles y perniciosas, pero que gran parte de la población aprueba y el resto tolera con extraña resignación. Estos últimos deben dedicar gran parte del día a meditar las opciones y cursos de acción para generar anticuerpos que los pongan a salvo de la debacle que se propone desde el poder.
Quizás el Fondo Monetario Internacional termine salvando al elefante blanco, o mejor dicho prolongando su agonía hasta que llegue un alma noble a hacerse cargo del enfermo, generar recetas de muy duro cumplimiento y poner la cara con la familia del convaleciente, que pretenderá una salida rápida y facilista.
El punto es que la Argentina transita la semana con reservas en estado crítico, como lo muestra el gráfico de Juan Pablo Álvarez. Con el último pago al FMI, las reservas brutas cayeron por debajo de los USD 28.000 millones, con reservas netas en -6000 millones y reservas liquidas sabe Dios en qué nivel del subsuelo. Una consultora se atrevió a anticipar que Alberto Fernández dejaría el gobierno con un rojo en el Central en torno de los USD 15.000 millones. Eso a pesar del aporte formidable que hizo el campo en años recientes, superior al que recibieron otras administraciones.
Salvo ayuda externa o caer una y otra vez en el dólar soja, a esta administración no se le caen ideas para intentar estabilizar este avión en vuelo. Es que resulta tan importante la acumulación de errores y las limitaciones políticas, que no queda otra que resetear el disco y empezar a cargar todos los contenidos de cero, pero está vez de una manera más sensata. No puede esperarse nada por estilo de un gobierno en retirada.
Mientras tanto, el peso argentino es la cuarta divisa entre las que más valor han perdido en lo que va del año a nivel mundial, a pesar de que la Administración ha hecho todo tipo de desaguisados en un intento por no mostrarles a sus votantes una devaluación brusca. Al respecto, Fitch mencionó que "se espera que los controles de capital sean estrictos después de las elecciones, ya que una importante devaluación de la moneda se vuelve cada vez más inevitable". En efecto, una brecha del 80-90% y la ausencia de reservas en el Central alimentan la sensación de que en algún momento la Argentina tendrá que convalidar un salto cambiario significativo.
El Fondo, mientras tanto, estira el salvataje. El Ministerio de Economía comunicó el pago de la deuda con el organismo multilateral que vencía el pasado viernes con DEG y yuanes. No hay otro recurso disponible, además interesa no generar desconfianza en el depositante que lleve a una extracción masiva de dólares de los bancos.
Ahora, funcionarios del gobierno estarían viajando a Washington para tratar de abrochar alguna clase de acuerdo con las tropas de Georgieva, aunque nada está del todo confirmado. Los comentarios indican que el FMI estaría dispuesto a darle a Massa mucho menos dinero del que está pidiendo. Dicen además que solo habilitaría una fracción menor para intervenciones en el mercado de cambios, y que sería el propio FMI quien decidiría en qué nivel de dólar paralelo se autoriza a meter la cuchara. La Argentina no puede tener pretensiones, no ha cumplido ninguna de las metas con el organismo.
Los dólares alternativos aguantan a marcha forzada apenas debajo de los $500. Le cuesta al Central muchos millones diarios mantenerlos ahí. Según el propio BCRA, en mayo se usaron USD 759 millones con este cometido, casi lo mismo que el pago neto del gobierno de Alberto Fernández al FMI en tres años. La autoridad monetaria terminó el primer semestre vendiendo USD 3.067 millones netos en el mercado oficial. Ajustados por inflación, todos los dólares alternativos parecen baratos.
Esta aparente calma en el mercado cambiario hace que los laderos del ministro candidato se animen a hablar de "estabilidad". Quizás la idea es distraer respecto de la falta de dólares en el BCRA. Pero el plan puede complicarse, los ingresos de divisas del segundo semestre son generalmente mucho más modestos, y ésta vez sería peor aún. Todo el mundo está tratando de entrever cuándo se quedará sin balas el cargador de la autoridad monetaria. La mala praxis y la sequía conforman un combo fatal, y no permitieron hacer el más mínimo colchón en el primer semestre.
Sin dudas vienen los momentos más complicados para el gobierno, ni que hablar si el resultado de las PASO no le es favorable. En ese caso mucho depende de cómo lo interprete la gente, en especial respecto de la dolarización de carteras y el retiro de depósitos.
En líneas generales los economistas ya no discuten el deterioro creciente que le espera a las reservas en el segundo semestre sino la velocidad con que se dará el derrumbe. Hay una convicción absoluta de que la actual paridad cambiaria no puede sostenerse de ninguna manera. Eso también frena muchos movimientos, incluso en el agro.
Menos señales de cambio de rumbo, el gobierno intenta de todo. El Banco Central permitirá ahora a los bancos comerciales del país abrir cuentas de clientes en yuanes. De acuerdo con datos oficiales, este mes los compromisos que se tienen que atender, tanto con el organismo multilateral de crédito como con inversores privados, superan los USD 4.000 millones en total, sumando amortización de capital e intereses.
Se supone que aquellos vinculados con el Fondo serán pasados al último día de julio, tratando de ganar tiempo. Si no hay salvataje pueden implicar un derrumbe histórico de las reservas. Alguien, suspicaz, avisa que según los estatutos del FMI ante un eventual no pago, primero declarará al país en mora y recién cumplidos los seis meses lo ubicará en default, es decir, cuando ya tengamos un nuevo gobierno.
En medio de todo esto la producción lucha por sobrevivir. Cada día cuesta más concretar importaciones de insumos por falta de dólares. La deuda con importadores supera los USD 11.000 millones (crece un 96% desde que asumió Massa) y representa el 35% de las reservas brutas. Habrá que prenderle velas al Fondo, ciertamente. Para el argentino el largo plazo es un mes, dos como máximo. Desde una consultora de peso coinciden en que será difícil evitar un salto discreto en el tipo de cambio (y más aún después de las PASO), por lo que recomiendan un monitoreo constante de reservas del BCRA, nivel de brecha cambiaria, variación de los depósitos en dólares y la emisión monetaria utilizada, en principio, para financiar al sector público. En tanto, acciones y bonos muestran por estos días una mejora en el exterior, símbolo de la apuesta del mercado a un cambio de rumbo después de diciembre. Eso a pesar de que desde el primer día al ganador le espera poco menos que el infierno sobre la tierra.