¡Terminenla con cuestionar al campo!
Ante un presente muy deslucido, el oficialismo vuelve a reflotar el tema para tratar de motivar a sus militantes. Fuera de ese círculo subjetivo difícilmente funcione, ya no es tan fácil distraer a la gente con estas cosas.
A falta de propuestas superadoras, de ideas fuerza que orienten el rumbo del país hacia un escenario mucho menos crítico que el actual, ante la carencia de actos de austeridad y racionalización del gasto en pos de un futuro mejor, el oficialismo vuelve a poner al campo en el centro del debate como elemento de distracción.
Hay que tener en claro que la población de la Argentina no discute la tarea del sector agropecuario, en muchos casos ni siquiera la conoce en detalle. Lo que vimos hace una semana en un estudio de televisión forma parte de una realidad mágica, según la cual se puede nuclear a un grupo de individuos radicalizados en torno de un enemigo común, generalmente inocente, llevando agua para el molino del líder. Si a eso se le suma alta capacidad de difusión por radio, televisión y redes, se logra que un grupo relativamente minoritario tenga chances de instalar un tema determinado en un número de individuos mucho mayor.
Hace unos días la vicepresidenta de la Nación se refirió al campo casi en los mismos términos que utilizó en varios de sus discursos durante los días álgidos de la resolución 125. De un modo u otro tiene relevancia porque es una de las dos máximas autoridades de este país, y de las dos es la que tiene peso verdadero sobre un abanico de votantes no desdeñable.
En principio, explicó que "no es bueno poner todas las expectativas en los precios de las commodities. Me parece que tenemos que ir por otro lado, por el de definir un desarrollo industrial que nos permita exportar tecnología, valor agregado, porque esto significa salarios bien remunerados". Totalmente de acuerdo, pero en absoluto invalida a quienes producen commodities, que por otro lado no son responsables de hacer que la industria argentina alcance el tantas veces postergado vuelo hacia la eficiencia y la competitividad.
Además, no tenemos que ir por otro lado sino sumar otro lado. No puede ser que el campo sobrelleve todo el peso de sostener la economía argentina. Una parte de las expectativas habría que ponerlas en una industria pujante y exportadora, en la venta de servicios novedosos al exterior, en el desarrollo audaz y acelerado de la cibernética. Pero esto no puede pasar en un país con un gasto explotado, emisión desmedida, sin acceso al dólar y con importaciones bajo siete llaves. Es posible que la vicepresidenta no haya detectado estos errores del gobierno que se supone integra.
Es la misma razón por la cual resulta inaceptable el concepto de "economía primarizada". En realidad doblemente inaceptable. Porque el agro es un muestrario inacabable de la tecnología más avanzada. Detrás del campo está la ciencia y sus progresos con la biotecnología, la genética que genera materiales adaptados a múltiples escenarios, la inteligencia artificial robotizando equipos. La lista sigue.
"El sector agrícola no genera muchos puestos de trabajo y no son de lo mejor remunerados tampoco", sumó luego la vicepresidenta. La respuesta la ofreció FADA. Las 20 cadenas agroindustriales sostienen 3,7 millones de puestos de trabajo, el 24% del empleo privado argentino. Nada menos.
La imágenes que devolvía el televisor eran un verdadero deja vu. Ya en 2008, Cristina Kirchner, como presidenta de la Nación, decía que "el campo es un sector carente de riesgo, sin necesidad de capital intensivo, con poca ocupación de mano de obra. A pesar de todo eso se transforma en uno de los sectores más rentables". Su ministro de Economía, Martin Lousteau argumentaba para justificar sus retenciones móviles: "La soja desplaza y encarece otras actividades porque eleva el precio de la tierra y tiene un impacto laboral muy bajo. Tan sólo por comparar, 100 hectáreas de soja generan un puesto de trabajo, en tanto se crean 15 con el algodón o 50 con los cítricos".
Pero Lousteau fue más allá y sumó otros conceptos igualmente carentes de sentido. "Lo que estamos diciendo es que no es lo mismo producir soja que leche y que si no cambiamos el rumbo que tenemos, a la larga lo que vamos a tener es menos leche, menos carne, menos trigo, menos maíz y mucho más caro para todos". Indefendible a todas luces.
Parece que el oficialismo sigue pensando de la misma manera que hace quince años, o bien intenta reeditar en sus seguidores el dudoso romanticismo de luchas que han quedado perimidas hace mucho tiempo y en las cuales no se puede incluir a los sectores que conforman el motor de la economía del país.
El campo está donde debe estar y hace el trabajo que debe hacer, como sucede en todas las naciones desarrolladas del planeta. Genera los mismos puestos laborales que se consiguen en zonas rurales de Estados Unidos, Canadá o Australia. No se puede tapizar el país de cítricos, manzanas o peras; la comparación no tiene ningún sentido y nos hace perder tiempo.
Entre 2020 y 2022 el agro y sus industrias exportaron cientos de miles de millones de dólares, como nunca. Aún así, el Banco Central tiene reservas negativas y está en situación crítica. Ni siquiera han aprovechado todo ese dinero para potenciar otras actividades que están dando sus primeros pasos. No es contra el campo sino con el campo. Mientras no se entienda seguiremos sin rumbo.