Para el Presidente, del campo no se habla
El mandatario le dedicó 57 segundos de su largo discurso al sector más dinámico y preponderante de la economía nacional. Nada. Ni una sola mención a su formidable contribución al bienestar de todos, indispensable para sostener de pie al país.
El mandatario le dedicó 57 segundos de su largo discurso al sector más dinámico y preponderante de la economía nacional. Nada. Ni una sola mención a su formidable contribución al bienestar de todos, indispensable para sostener de pie al país.
Vamos terminando la semana en que el presidente de la Nación dejó inaugurada las sesiones ordinarias del Congreso para un nuevo año de debate legislativo en la Argentina. Una ceremonia tradicional en la cual quien ocupa el rol de primer mandatario suele realizar un balance de su gestión y reseñar la situación del país según su mirada.
En este caso se trató de un discurso interminable, de alrededor de dos horas, yendo de un tema a otro, jerarquizándolos en función de las ideas de la coalición gobernante y no necesariamente a partir de las urgencias de la gente.
Hubo desde ya algunos clichés previsibles, como la condena a los medios que no concuerdan con la ideología de esta alianza política. El presidente habló de un cerco informativo que impide que el pueblo tome contacto con la realidad de las medidas que él ha adoptado. Catalogó a esos medios de "opositores al gobierno que ocultan información al pueblo, o bien la tergiversan, en un intento por generar desanimo y malestar". Olvida el mandatario que estamos en tiempos de redes sociales, lo que hace virtualmente imposible cualquier intención de venderle una realidad ficticia a la gente.
Fernández ratificó su vocación estatista al manifestar que aspira a un crecimiento con políticas activas de redistribución y un Estado inteligente y eficiente. "Políticas que estimulen la producción y las exportaciones", subrayó. Todo esto es difícilmente comprobable en la práctica. Los impuestos/trabas a la exportación y una paridad cambiaria irreal desalientan al que quiere vender fronteras afuera. Lo del Estado inteligente y eficiente quedará para tiempos mejores.
Y por fin llegó el momento de hablar del campo, al que le dedicó una breve referencia entre el minuto 23 con 16 segundos y el minuto 24 con 13 segundos. En ese ínfimo lapso habló por un lado de la seca como la gran limitante, olvidando que a eso hay que sumar el efecto letal de las retenciones y la brecha cambiaria.
Citó asimismo las exportaciones récord del sector en 2022, con una superficie sembrada también en el más alto nivel histórico, sin la menor mención de que estos logros se deben al know how del productor y su enjundia y no implican merito alguno del gobierno, que antes bien está en la vereda de enfrente de quienes generan riqueza y empleo privado. Incluso hasta hubo menciones a una supuesta mejora en las vías de transporte, otra deficiencia crónica que tolera el hombre de campo para llevar los granos a los puntos de venta en el interior o directamente al puerto.
Buena parte de los padecimientos del agro devienen de un gasto público insensato e impagable, que tiene alquilado al campo como la fuente de recursos para maquillar tamaño descontrol a fuerza de impuestos. Del discurso del presidente se desprende que no hay ninguna chance de cambio en este sentido.
Es más, Fernández ponderó la gestión de Aerolíneas Argentinas, el paradigma del déficit de las empresas públicas, y cuestionó a los que plantean eliminarla de la órbita del Estado. "Estamos viendo cómo anticipan un nuevo embate privatizador sobre las empresas públicas, precedido de una campaña de desprestigio. Que no vengan a hacer negocios con nuestro patrimonio (se supone que se refería al del pueblo argentino)", bramó levantando la vista.
Es otra afirmación difícil de defender. El "patrimonio del pueblo argentino" le cuesta horrores a quienes habitan el país, que pagan esta epopeya emotiva con el deterioro del poder adquisitivo de sus ingresos. Corriendo la coneja, como reza el dicho popular, y en muchos caso sin haber visto un avión en su vida.
Si del campo se habló poco y nada, qué decir de temas como inflación, deuda pública o brecha cambiaria. Eso sí, el orador ironizó respecto de la bomba que estaría dejándole a quien asuma en diciembre. En cuanto a la carestía, la vinculó con "un problema estructural de la Argentina que se remonta a décadas", y aseguró que está abocado a reducirla "sin generar incrementos en los niveles de pobreza o frenos en el proceso de crecimiento que venimos experimentando". De nuevo, la realidad parece contradecirlo. Todos saben del crecimiento de la pobreza, y tienen en claro que la guerra contra la inflación el gobierno y la población la han perdido hace largo rato. Y por goleada.
El mandatario aseveró luego que la mejor política social es crear trabajo. Seguramente. El punto es que la Argentina se ha ido convirtiendo en un país donde la informalidad laboral es moneda corriente, y creciente. Las personas con empleo registrado van conformando un grupo en extinción. La precariedad se multiplica. Solo el Estado crece como empleador, y allí no hay nada para festejar.
Un párrafo aparte para la descalificación brutal y en público de la Corte Suprema en particular y de la Justicia en general. Pésimo mensaje a los inversores en un afán desmedido por proteger a su compañera de fórmula ante sus dificultades legales. A los ojos del mundo Fernández habló de un poder judicial que "hace tiempo no cuenta con la confianza pública, que no se muestra con independencia frente a los poderes fácticos y políticos". Nada menos, como para que quienes buscan un destino confiable a su dinero descubran la imposibilidad de contar con una mínima seguridad jurídica en la Argentina.
Para cerrar, ni una sola advertencia a los habitantes del país, en especial los de las grandes ciudades, sobre los apretones que habrá que tolerar en muy poco tiempo más. El campo, el gran aportante, vive una seca demencial, entremezclada con temperaturas de infierno y fríos letales para la época. Los últimos números hablan de pérdidas en torno de los u$s 20 mil millones. Toda la economía se queda sin sostén, en el aire, como pocas veces se ha visto. El presidente, sin embargo, no encontró importante referirse al tema.