La hacienda, entre el cielo y el bolsillo
Mientras se ruega que las lluvias se sostengan, se busca entrever la reacción de un consumidor que viene en el límite de sus recursos. En el medio hay que controlar que el Estado no meta la cuchara.
Mientras se ruega que las lluvias se sostengan, se busca entrever la reacción de un consumidor que viene en el límite de sus recursos. En el medio hay que controlar que el Estado no meta la cuchara.
En principio, no es cierto decir que la carne sube. La hacienda en pie estuvo regalada durante muchos meses y ahora busca descontar parte de lo que ha perdido, siempre bajo la ley de la oferta y la demanda. Los datos indican que la inflación durante el año 2022 fue de al menos un 95%, en tanto la carne trepó apenas 42% y la hacienda no más de 35%, si bien hay que manejar con cuidado estos números.
Es difícil ubicar cada cosa en su lugar en un país donde los términos relativos están tan distorsionados por un Estado que se entromete en cada rincón de la actividad privada. Pero es cierto que tan abajo llegaron los valores frente a algunas otras opciones de captura de renta que las principales piezas de la actividad atraen a extrasectoriales como sucede con muy pocos negocios en el país. Ignacio Iriarte destaca que el precio del ternero en moneda extranjera está 21% por debajo del promedio 1997/2022. El último valor destacado se registró en noviembre de 2017, al cotizar en u$s 2,53 por kilo. En marzo de 2022, el ternero valía u$s 1,88 por kilo, para caer a lo largo del año hasta u$s 1,08 por kilo en la actualidad.
La sensación es que tiene que ser una inversión más atractiva que muchas otras, porque estos precios relativos para los terneros en algún momento van a revertirse, el gran problema es dónde ponerlos y qué hacer con ellos si uno no tiene un campo.
Aunque todo el mundo sabía que esto iba a pasar, no faltan los sorprendidos, especialmente por la magnitud de la mejora y el corto lapso en que se produjo. Hablamos de un tercio de lo que había perdido la hacienda desde el pico de los últimos ocho meses, reconquistado en unos pocos días. De nuevo, los experimentados en estas lides aseguran que estaba dentro de las posibilidades.
El gobierno no puede hacerse el distraído con el tema, cualquier análisis racional cuenta con la certeza de que en un proceso altamente inflacionario tarde o temprano los precios relativos tienden a equilibrarse, siempre y cuando el Estado no los distorsione.
Para la Administración puede ser el infierno tan temido, el final de la ilusión de aquel número "con el 3 adelante" que anticipara el ministro de Economía con aire superado. Nadie más que nosotros, los ciudadanos de a pie sometidos a un salario deseamos que este aluvión de precios que no para de crecer termine de una buena vez por todas. Pero no hay cambios en serio que avalen un proceso de este tipo, y la carne vacuna puede desnudar implacablemente la fragilidad de los planteos oficiales.
De sostenerse, el reacomodamiento de los precios de la carne inflará el IPC de este mes y también el de febrero. Se suele decir que cada 10 puntos porcentuales que sube la carne implica 1 punto más en el índice mensual de inflación.
De acá en más el emblemático producto va a moverse entre el cielo y el bolsillo. Los pronósticos climáticos para la Argentina han mejorado respecto de un mes atrás, pero no son ninguna garantía por ahora. Y si no hay lluvias adecuadas los costos volverán a poner contra la pared al ganadero.
Habrá que ver asimismo hasta dónde el consumidor convalidará la suba. El poder adquisitivo de los salarios viene barranca abajo y la competencia con el pollo y el cerdo será nuevamente importante. Un conocido analista asegura que la mejora registrada llegó para quedarse, pero descree de la posibilidad de ir mucho más arriba; "por ahora no se le puede trasladar mucho más que esto al consumidor".
No habría que despreciar la influencia del bolsillo. Aunque se ha hecho una constante repetir que "la seca aumentó la oferta de hacienda reduciendo los precios", de nuevo los experimentados advierten que no ha habido un aumento lo suficientemente impactante de la faena como para justificar la pérdida de valor de la carne de la segunda mitad de 2022. Tampoco ahora se estaría registrando una merma significativa en el sacrificio de hacienda como para justificar esta mejora abrupta.
Los que peinan canas coinciden en endilgar este escenario a una recuperación inesperadamente fuerte a partir de precios depreciados de la hacienda, escenario que suele darse en épocas de alta inflación. Sin dudas habrá mucha tela para cortar en las próximas semanas, y entrever la hoja de ruta no es sencillo en una economía distorsionada e imprevisible. Lo único seguro es que el consumidor no está en una situación floreciente ni mucho menos. Constituye un límite, aunque en un año electoral y con un gobierno clientelista nunca se sabe.