Malezas resistentes: se requiere un 50% más de insumos
El productor debe optimizar la capacidad de conocimientos, para aumentar la productividad por unidad agraria. Serán épocas de trabajo en conjunto y de forma mancomunada.
En Argentina, hace 10 años atrás, la agenda de malezas era inexistente. Hoy son un gran problema, amplio y de largo plazo. Así lo entiende, el Dr. Eduardo Leguizamón (Conicet – UNR), entre los disertantes diferenciales que tendrá el Seminario Anual de la Asociación de la Cadena de Soja Argentina, que se realiza el 14 de junio, en la Bolsa de Comercio de Rosario.
Este investigador, considera que los efectos positivos de la siembra directa y en su momento el glifosato, han contribuido a conservar el suelo como recurso central para hacer agricultura. Sin embargo, observa que a su vez, contribuyeron en ampliar la frontera agrícola y lograr –en forma desmedida- que la superficie cultivada con soja no tenga límites.
“Acá está el problema. Esta facilidad que tuvieron los productores y se basó en una tecnología de insumos, frente a la necesidad de procesos, terminó acelerando la proliferación de malezas resistentes, en una forma continua y sin precedentes”.
Planificar
Por ahora, una de las herramientas centrales para su control, son las rotaciones. La otra, pasa por la generación de un conocimiento básico, desde las universidades, organismos públicos, empresas y las corporaciones de granos.
Leguizamón, considera que es necesario evitar que las semillas se vuelvan a incorporar al suelo, ya que el solo hecho de rotar herbicidas, ha dejado de ser un mecanismo de solución, para este problema.
También, resalta la necesidad de mejorar el manejo de barbechos, cultivos de cobertura y la jerarquización de las capacidades competitivas de cada cultivo, con el objetivo de instaurar un manejo más complejo, que se ha venido perdiendo desde la década de ´70.
Sin embargo, resalta las bondades de la soja, como un cultivo fantástico, que ha permitido el avance de la agricultura en la Argentina. “Nos hemos olvidado de las tecnologías de proceso, que se basan en la presencia de un técnico y el productor en el campo. De los monitores para conocer la situación actual, la eficacia de los tratamientos y hacia dónde va el problema.
Más compromiso
En esta campaña, el problema de resistencia de malezas, ha tocado con fuerza en los costos. Es decir, requirió un 50 % más de insumos, para poder ejercer un control aceptable sobre las pérdidas. “El ejercicio, son las tareas de prevención, estando más en el campo y planificando rotaciones”.
Por otra parte, el sector está alentando una discusión pendiente. “Ningún sistema biológico, puede depender de contratos por 1 año”. Acá, entran a jugar los arrendamientos y necesitan de una serie de políticas sustentables para su funcionamiento.
“El país, debe ir a una legislación planificada sobre malezas, fertilidad y plagas”, destaca Leguizamón, agregando que una sola planta de malezas puede llegar a producir 500 mil semillas, que en poco tiempo logran esparcirse por todos lados”.
Como contrapartida, los informes de varias naciones, han avanzado en este tema, a tal punto, que en EE.UU ya existe un programa destinado al manejo de resistencias, financiado con el 0,5 % de los fondos que genera la producción de granos. Este modelo se replica en Australia, con una mayor participación de los productores.