La carne, un lujo en el mundo, pero todavía accesible en Argentina
En un contexto global donde el consumo de carne se encarece y cae, Argentina todavía ofrece precios relativamente accesibles en comparación con otros países. El asado sigue siendo símbolo de identidad nacional y la carne argentina continúa destacándose por su calidad.
Mientras en buena parte del mundo comer carne se ha convertido en un verdadero lujo, en Argentina, país históricamente ligado a la carne vacuna como parte central de su cultura gastronómica, los precios siguen siendo, en términos internacionales, relativamente accesibles para el consumidor local. Esto, a pesar de la inflación persistente y la pérdida del poder adquisitivo que afecta a la población.
En España, por ejemplo, el kilo de lomo puede alcanzar los 90 euros, lo que equivale a más de 88.000 pesos argentinos al tipo de cambio oficial. En Estados Unidos, un bife de chorizo ronda los 15 dólares la libra (453 gramos), es decir, cerca de 43.000 pesos el kilo al valor del dólar paralelo. Frente a esos números, en Argentina los precios aún permiten que muchos hogares mantengan -aunque sea en menor medida- la tradición del asado.
Durante la primera semana de abril, el roast beef se ubicaba en torno a los $10.459, el cuadril llegaba a los $13.000 y el bife angosto alcanzaba los $12.945 el kilo, según datos de mercado.
La accesibilidad de la carne en Argentina, sin embargo, no impide que el consumo interno esté en retroceso. Según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), en 2023 el consumo per cápita de carne vacuna fue de 47 kilos por habitante, uno de los registros más bajos de los últimos 100 años. Este número contrasta con las décadas de 1950 y 1960, cuando el promedio anual superaba ampliamente los 80 kilos por persona.
En el plano internacional, Argentina aún se ubica entre los países con mayor consumo de carne vacuna per cápita, solo superado por países como Uruguay y Estados Unidos. No obstante, a nivel global, se observa un cambio de paradigma: el consumo de carne en muchos países está disminuyendo por factores como el aumento de precios, el interés por dietas más saludables y las preocupaciones medioambientales.
Por ejemplo, en la Unión Europea el consumo promedio es de apenas 10 kilos por habitante al año, mientras que en China -uno de los mayores importadores de carne argentina- el promedio es de unos 6 kilos anuales, aunque en crecimiento sostenido. En contraste, Uruguay mantiene una media de casi 60 kilos por habitante, seguida de cerca por Estados Unidos, con unos 55 kilos.
En Argentina, la reducción del consumo también está asociada a la diversificación de la dieta: el pollo y el cerdo ganan terreno como alternativas más económicas. Según datos de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA), en 2023 el consumo de carne aviar superó los 45 kilos por habitante, alcanzando casi el mismo nivel que la carne vacuna, mientras que el cerdo se mantuvo en torno a los 17 kilos.
Los analistas del sector advierten que los precios actuales de la carne en el mercado interno podrían no sostenerse en el tiempo. Las tensiones inflacionarias, la presión fiscal y la posibilidad de un aumento en las exportaciones -donde los márgenes de ganancia son mayores- podrían empujar los precios al alza. Actualmente, los principales destinos de exportación de carne argentina son China, Chile, Alemania e Israel, con productos premium que destacan por su calidad.
Aun así, la carne argentina mantiene un lugar privilegiado en el mercado internacional gracias a su trazabilidad, genética y sistema de producción a base de pasturas naturales. Esto le permite competir con cortes que, si bien tienen un precio más bajo en comparación con otras regiones, conservan un estándar elevado que es valorado en el exterior.
Mientras tanto, en el país del asado, la parrilla sigue siendo parte de la identidad nacional. Aunque hoy se elige con más cuidado, se mide la cantidad y se combina con otras cortes más accesibles, la tradición sigue viva. Porque en Argentina, comer carne no es solo una cuestión de precio es también cultura, encuentro y arraigo.