Recuperan bosques con prácticas agroecológicas
En el marco de un proyecto multidisciplinario, investigadores de la UBA identificaron factores que degradan el sistema en el Chaco Santiagueño.
En la mayoría de las regiones semiáridas del planeta, la exclusión del pastoreo durante la estación de crecimiento del forraje es una estrategia frecuente para luchar contra la degradación de bosques y sabanas. En el Chaco Semiárido argentino, una región marcada por el avance de la agricultura y la deforestación, un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) determinó que dichas exclusiones pueden aumentar hasta 10 veces la producción de forraje en bosques degradados.
La investigación es parte de un proyecto multidisciplinario en Santiago del Estero, donde los campesinos que implementaron este manejo consiguieron recuperar la vegetación nativa y alimentar sus animales en distintas épocas del año.
Para evaluar cuáles son los factores que condicionan la degradación se empleó un enfoque multidisciplinario y participativo adaptado a las condiciones del Chaco Semiárido. "Así pudimos detectar los efectos directos e indirectos de muchos factores que degradan el sistema y comprender mejor los alcances y limitaciones de las iniciativas de restauración", explicó Santiago Cotroneo, docente de la cátedra de Forrajicultura de la FAUBA.
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Entre los principales factores que surgieron del diagnóstico participativo, el especialista resaltó dos: el avance de la frontera agrícola y la consecuente deforestación. "Estos cambios drásticos en el paisaje, sumados a los que ocurren en la composición de las familias y la comunidad, hacen que parte de las familias migren a las ciudades, lo cual afecta de varias maneras al sistema natural".
En el Chaco Semiárido existen bosques muy heterogéneos en diferente estado de degradación, entre ellos, los bosques maduros o de dos quebrachos, los bosques secundarios o algarrobales, y los arbustales o fachinales. El maduro es el bosque menos degradado, con árboles altos. El secundario posee árboles más bajos que crecieron luego del abandono de la agricultura, en áreas con cierto manejo, y el arbustal es el estado más degradado por causa del sobrepastoreo, el desmonte, los cultivos y el fuego.
"Durante 4 años realizamos un estudio cerca de la localidad de Añatuya, en Santiago del Estero, una de las provincias argentinas más afectadas por la deforestación. Allí comparamos la cobertura del suelo y la biomasa de pastos nativos, registradas en clausuras dentro de cada uno de los tres bosques, versus esas mismas variables medidas en los campos circundantes, bajo pastoreo continuo", señaló el experto.
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Los resultados muestran que, en 4 años, la cobertura y la biomasa de pastos aumentaron notablemente dentro de las exclusiones en bosques maduros y secundarios. "Al excluir el ganado en la estación de crecimiento, la cobertura de pastos nativos subió del 3 al 28% tanto en el bosque maduro como en el algarrobal. Y en cuanto a la biomasa de pastos, mientras en los campos circundantes fue 80 kg por hectárea, en las exclusiones en esos dos bosques fue casi de 600 kg/ha".
"En el fachinal, la cobertura de pastos fue muy baja, cercana al 4%, durante todo el experimento, y la biomasa de pastos aumentó solamente en el año más llovedor de los cuatro, cuando casi igualó a la biomasa del algarrobal", aclaró el investigador, quien concluyó que el arbustal constituiría un nuevo estado -bastante estable y distinto del monte original- difícil de recuperar sólo excluyendo al ganado, y que la falta de agua es la restricción principal para restaurarlo.
"Entender los efectos de las exclusiones al pastoreo es mirar sólo una parte del agroecosistema. La otra es considerar que en esos bosques vive gente y que existen interacciones de ida y vuelta entre ese sistema social y el natural. "Aunque existen trabajos que sugieren que ambos sistemas no pueden convivir de manera sostenible, nuestra investigación muestra, por primera vez, que la convivencia sí sería posible", concluyó Cotroneo.
Fuente: Sobre la Tierra